¿Antigüedad o méritos? (2016)
Artículo publicado en el diario «La Nueva España» (Oviedo), 2 junio, 2016
En Asturias estamos asistiendo estos días a una aguda polémica a raíz de la incorporación al Hospital Central de Asturias, el hospital más importante de la región, de 70 médicos por traslado y por criterios únicamente de antigüedad.
La polémica consiste en que los jefes de servicio han rechazado el procedimiento, por considerar que deberían haberse valorado los méritos y las necesidades del hospital, mientras los sindicatos se manifestaron totalmente a favor, estimando que la antigüedad es un buen criterio y una forma de evitar arbitrariedades.
No pretendo caer en el antisindicalismo primario, pero en pocas ocasiones se ha visto de manera tan descarnada el negativo papel que los sindicatos vienen desempeñando en el sector sanitario público a lo largo de muchos años, hasta convertirse en un obstáculo muy serio para las necesarias reformas. Los llamados sindicatos “profesionales” no son una excepción, sino que suelen adoptar incluso las posiciones más radicales. No abogo, por supuesto, por una desaparición de los sindicatos, sino por una práctica sindical no reñida con la inteligencia y el sentido común.
Pero dar la razón a los jefes de servicio no agota el debate, si no planteamos otra serie de consideraciones.
En primer lugar, el propio régimen estatutario, que asimila a los trabajadores sanitarios del sector público a funcionarios, tan hiperproteccionista hacia los profesionales del sector. Con el concepto de “plaza en propiedad” crea una asimetría en la lógica profesional/gestión, a favor de los primeros, que suele impedir la más mínima gestión e introducción de cambios. Por otra parte, la cultura igualitarista, vinculada al régimen estatutario, reacia a la diferenciación y al reconocimiento individual y colectivo, es también muy negativa. Como tantos regímenes hiperproteccionistas se vuelve en contra de los intereses de aquellos a los que se pretende proteger, sobre todo de los profesionales más activos y motivados, primando los intereses de los más descomprometidos. Es así que cualquier reforma del sector sanitario público no es planteable con el régimen estatutario, que debería ser declarado a extinguir y, respetando los derechos adquiridos, realizar las nuevas incorporaciones por la vía del régimen laboral ordinario. Sólo entonces los conceptos de evaluación periódica, promoción, carrera profesional y retribución variable, tan necesarios, tendrán sentido, en el contexto de una gestión de personal madura.
Otro elemento que va implícito en el debate es el de la autonomía de los hospitales y centros sanitarios. Este es un tema que se planteó en los años 80 y 90 del pasado siglo, pero que se olvidó con las transferencias. Con ellas llegó la hegemonía sin límites de las consejerías y el avance hacia la autonomía de los centros sanitarios quedó archivado. Pero no puede haber modernización del sistema sin que los centros sanitarios tengan una mínima capacidad para ciertas decisiones organizativas, de personal y de adaptación de su oferta asistencial.
Por último, el tema de la gobernanza, que incluye una separación gobierno/gestión. Los gestores dirigen la compañía, mientras el gobierno (los miembros del consejo) se aseguran de que la gestión es correcta y que va en la buena dirección. Y con el consejo interviniendo en la selección, evaluación y cese del primer directivo del centro. Sólo así se garantiza una gestión madura. Algún paso en este sentido se está dando en el País Vasco y en una reciente resolución de la Asamblea de Madrid.
¿Antigüedad o méritos?. Por supuesto, méritos, pero sólo en el contexto de superación del régimen estatutario, autonomía de los centros y con una gobernanza que entienda el papel diferenciado del gobierno y de la gestión.